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Himno 6
Lejos del reino de la luz, muy lejos,
De la tierra al abismo al fin yo baje.
La furia del dolor, su rudo azote
Son las señales de un feliz pasaje.
Ponga ya el pie dentro del angosto bote.
Y llévelo mi anhelo
Allá en las playas a varar del cielo.
¡Bendita seas tú, oh, eterna noche!
¡Sueño eterno, de hoy más seas bendito!
El día ha puesto en llamas nuestra entraña;
Nuestro largo penar ya está marchito;
Ya no hallamos placer en tierra extraña;
Ansiamos ir a casa;
El vivo amor al Padre nos abrasa.
¿Qué más nos falta hacer en esta tierra
Con nuestra fe y amor que nada calma?
Por siempre más lo antiguo ha fenecido,
Y ¿qué ha de traer lo nuevo a nuestra alma?
¡Ah, cuán sólo se siente y aflijido
Quien con amor profundo
Ama la primitiva edad del mundo!
¡La edad primera, cuando los sentidos
Con un excelso llamareo ardían
Y la mano del padre y su semblante
Los humanos aún reconocían,
Y al perfecto arquetipo semejante
Era alguna criatura
De pensamientos altos y alma pura!
Edad dichosa, cuando florecían
Las antiguas estirpes patriarcales;
Deseaban para el Reino de los Cielos
La prole tras las penas terrenales;
Y con reinar en estos bajos suelos
Placeres y alegría,
Corazón hubo que de amor moría.
¡Dichosa edad! Con juvenil prestancia
Dios mismo se vistió del cuerpo humano
E inmólóse a una muerte prematura
De amor en un arranque soberano;
No le arredró ni angustia ni pavura:
Dar quiso hasta ese extremo
Un testimonio de su amor supremo.
¡Oh, edad feliz! Con un ferviente anhelo
Vémosle, envueltos en la noche obscura;
Jamás será apagada en esta vida
La abrasadora sed que nos tortura
Hemos hacia la patria prometida
De adelantar camino,
Y volverás al fin, tiempo divino.
¿Nuestro regreso qué es lo que detiene?
Los que amamos, ha tiempo que reposan.
Nuestro camino, su sepulcro cierra;
Desde hoy dolor y miedo nos acosan.
Por buscar nada queda en esta tierra;
Lleno el pecho de hastío
Harto se siente; el mundo está vacío.
Infinito y preñado de misterio,
Un dulce escalofrío nos inunda;
¿Allá lejos no oís nuestro lamento
Resonar por la bóveda profunda?
Acaso de añoranza un largo aliento,
De lo alto nos envían
Hermanos que otra vez vernos ansían.
¡Sepúltenme! Que al dulce prometido,
A mi Jesús amado, ir mi alma quiere!
¡Animo ten! Para el que llora y ama
Enciende ya el crepúsculo su llama,
Postrer adiós del día que se muere.
Nos rompe un sueño el vil terreno lazo,
Y nos hunde del Padre en el regazo.
Dos extractos del himno 5
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