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Astralis
Joven empecé a ser una mañana
De estío; por primera vez entonces
Yo sentí el pulso de mi propia vida ...
Sentí como en un éxtasis profundo
Desmayaba el Amor; fuí despertando
Cada vez más, y el férvido deseo
De una unión aún más íntima y perfecta,
Era más imperioso a cada instante.
La voluptad es de mi ser la fuerza
Genital. Soy la sacra fuente, el centro
Del que, en inquieto torbellino, fluye
Todo anhelo del alma, centro a donde,
Rota ya el ala, en busca de reposo,
A refugiarse vuelve todo anhelo.
Vosotros no me conocéis; no obstante
Mi transformación visteis ... ¿Presenciado
Quizá no habéis como por primera vez
Yendo errabundo aquella alegre noche
Me hallé a mi mismo? ¿Un dulce escalofrío
No extremeció rozando vuestras almas?
Hundido todo en cálices de aromas
Yacía y el ambiente embalsamaba;
Y la flor se mecía silenciosa
En el raudal del oro matutino.
Era yo entonces una fuente íntima,
Un blando hervor, y cuanto había en torno,
De mí, a través y sobre mí fluía,
Y todo suavemente me elevaba.
Entonces derramóse el primer polen
Y abismóse en la trémula colora ...
Pensad, pensad en un ardiente ósculo
Después de levantada ya la mesa ...
Volví entonces de nuevo a sumergirme
En los raudales de mi propia savia ...
Un relámpago fue ... De entonces pude
Moverme y agitar el cáliz de oro
Y los pistilos tenues; y tan pronto
Como mi propia vida dió principio,
Mis pensamientos todos gravitaron
A los sentidos terrenales. Ciego
Era yo todavía y, sin embargo
Vagaban en legión claras estrellas
Por las maravillosas lejanías
De mi ser; nada aún era cercano;
Sólo lejos hallábame a mí mismo;
Era como si un eco me llegase
De los tiempos pasados y futuros.
Llevado del amor y los presagios
Y la melancolía, mi retorno
A la conciencia fue tan sólo un vuelo
Cuando en las alas del placer flotaba
Transverberóme hondo dolor sublime.
El mundo todo en flor yacía en torno
De la sacra colina luminosa.
Las palabras, al fin, de aquel profeta,
En alas convirtiéronse: ya nunca
Un ser viviente pudo estar aislado,
Que ya Enrique y Matilde se juntaron
Por siempre en una sola y viva imagen ...
Recién nacido levantéme al cielo,
Cumplido estaba el terrenal destino,
Perdido el tiempo había sus derechos
Y exigía el retorno de sus dones.
Helo aquí; al nuevo mundo radiante ya aparece;
A su presencia el día más claro se obscurece.
En las ruinas musgosas, ved ya como fulgura
Una maravillosa y rara edad futura.
Todo lo que antes era común y cotidiano,
Desde hoy parece extraño y de un misterio arcano
El reino del amor ya abierto se revela;
Ya la poesía empieza a tejer hoy su tela.
El juego primitivo de todo ser se agita
Y profundas palabras todo hombre medita,
Y así del universo el espíritu ingente
Por todas partes late, florece eternamente.
Todas las cosas deben unirse y engranarse,
Fecundarse una a otra, una a otra sazonarse.
Está representado en todos cada uno;
Al mezclarse y fundirse con todos de consumo,
Y al hundirse en el seno de toda criatura,
Siente que se remoza su personal natura,
E ideas mil se agitan de su alma en lo profundo;
Al fin el mundo es sueño, al fin el sueño es mundo
Y lo que en el pasado cumplido ya creemos
Otra vez desde lejos verlo venir podemos,
Libre la fantasía la existencia domine,
Los hilos de la vida a su placer combine,
Y a su placer las cosas se encojan o desplieguen
Y sus neblinas mágicas el mundo entero aneguen.
Aquí están vida y muerte, tristeza y alegría
Unidos por el lazo de íntima simpatía ...
Todo el que se ha rendido al amor sobrehumano,
De sus hondas heridas jamás se verá sano.
Y todo lo que nuestra visión interna enlaza
Desgarra nuestra entraña, cuando se despedaza;
Y el corazón se siente huérfano, abandonado,
Antes de que del mundo se haya libertado.
En lágrimas disuélvese el pobre cuerpo inerte,
En una inmensa fosa el mundo se convierte,
En donde consumido por insaciable anhelo
Nuestro corazón cae, hecho ceniza, al suelo.
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